Un hortelano tenía un enorme perro como guardián de sus cultivos. El can era tan bravo que ningún ladrón se atrevió a escalar el cerco de sus sembríos.
Un muchacho cabrero que reunía su rebaño para llevarlo al aprisco, advirtió que una cabra se entretenía comiendo la hierba tierna en el prado.
Debido a la avaricia de un rico hacendado, el perro, que cuidaba el rebaño de ovejas, estaba famélico y un lobo, al notarlo, le dijo...
Cuatro bueyes, que comían juntos en un prado, se juraron eterna amistad.
Un asno y una zorra caminaban por la pradera, cuando de pronto apareció un león con intenciones nada benévolas, desde luego.
A don Matías le gustaba comer bien y ordenó, cierta vez, a su cocinera...
En la puerta de la iglesia del pueblo estaba una liebre ociosa pidiendo limosna...
Un avaro, miedoso, se topó con un león de oro. Lleno de asombro balbuceó este monólogo...
Un granjero tenía en su casa dos perros a los que prodigaba afecto y velaba porque estén bien alimentados.