Un labrador condujo su yunta hacia un arroyo, después de la labor diaria. Los bueyes abatidos por el cansancio exclamaron:
—¡Al fin termino el día! El trabajo fue arduo y un poco de agua fresca no nos cae nada mal. Dejemos el yugo y vamos a beber.
Mientras así platicaban, pasó por allí un lobo hambriento que, buscando comida dio con el arado y empezó por lamer los dos lados interiores del yugo.
Después, poco a poco y sin darse cuenta, metió el cuello dentro y, no pudiendo librarse del yugo, en sus sacudidas, arrastró el arado por el surco.
Volvió en eso el labrador, que al verlo le dijo:
¡Ah, bicho condenado! Si por lo menos renunciaras a tus rapiñas y robos para dedicarte a trabajar la tierra…
Moraleja
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Me gusto la fabula 😀